jueves, 18 de abril de 2013

COMO LAS GUERRAS DE TROYA...4

Cualquier viaje no termina hasta que pones los pies de nuevo en el hogar y esta no ha sido una excepción. Con el torneo terminado y con la mayoría de equipos empaquetando el equipaje y comenzando su retorno; inocentes; pensábamos que nuestra aventura por tierras zaragozanas había terminado.

Nunca más lejos de la realidad. La odisea que intentaré relatar a continuación no reflejará ni una tercera parte de lo que allí pasó. Solo los que lo sentimos en nuestras propias carnes podemos asegurar que los gallegos estamos hechos de otra pasta...


La idea era que en un par de viajes todos estaríamos de nuevo en el centro de Zaragoza. Cenaríamos, tomaríamos algo y a primeras horas de la madrugada andaríamos 20 minutos escasos hasta la estación de Delicias donde descansaríamos hasta la salida del tren a las 6:25 horas.


Tras un esfuerzo sobrehumano y una larga... larga espera; la mitad en un largo banco de Zaragoza; alado del Mercado y la otra mitad aun en Lenciñeda. Conseguimos juntarnos por fin todo el grupo. Pasaban ya de las 2 de la madrugada, mucha gente sin cenar, claros síntomas de cansancio y agotamiento.


El grupo se divide, algunos necesitan desesperadamente dormir algo. Nuestros queridos Zaragozanos Haise y Bea nos ceden amablemente su casa a pesar del titánico esfuerzo que ya habían hecho hasta el momento para aquellos más cansados.

El resto del grupo decide ponerse ya en marcha con el grueso del equipaje, para llegar cuanto antes a la estación, un pequeño esfuerzo que nos pasaría factura. Un error en la ruta que nos hace ir en sentido contrario (todos sabemos quien quería tener más razón que un gps). Media hora perdida. Las mochilas, bolsas y armas cada vez pesan más, decae el ambiente, el humor se enfría...nadie habla. 
Momentos duros e intensos. Cada descanso se agradece, pero frena el avance, una estación que nunca llega.

Goomer se despunta como líder  como presidente, arropando y organizando a todos. Nos obliga a seguir mientras retrocede para ir a buscar a los rezagados que se han quedado dormidos.

La estación surge a lo lejos, aun así tardamos en llegar, el último tramo casi corriendo, lagrimas en los ojos, por fin podíamos descansar un poco después de este ultimo gran esfuerzo. Nadie habla, todo el mundo cierra los ojos y se entrega un sueño incómodo pero profundo y más que merecido.

Solo nos queda esperar el tren de vuelta... que después de esa larga noche, apenas resultó un paseíto... solo quedaban las despedidas, primero en el tren con la gente de Vigo, horas más tarde en la estación de Coruña.



Siempre nos quedará el recuerdo y las ganas de volver el año que viene.


Espero que lo disfrutaseis de la misma manera que lo hemos hecho nosotros.

¡El Jugger gallego no ha echo más que arrancar!



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